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El 25 de los 25: cuando Grito celebró su cuarto de siglo en Bogotá

  • Foto del escritor: Revista 1991
    Revista 1991
  • 29 may
  • 5 Min. de lectura




Fotos: Fabián Delgado
Fotos: Fabián Delgado

Grito, una de las bandas más representativas del hardcore en Colombia, hace parte del cartel nacional de Rock al Parque 2025. Su participación marca un hito para la escena, ya que por primera vez en la historia del festival este género contará con una jornada —y prácticamente una tarima— dedicada exclusivamente al hardcore, con presentaciones destacadas como las de Comeback Kid y Madball. En este contexto, recordamos una de las presentaciones más memorables de Grito en Bogotá, cuando celebraron sus 25 años de trayectoria.


Un cuarto de siglo gritando


No es fácil para una banda local pasar los 20 años de trayectoria, mucho menos llegar a los 25. De todos los géneros que marcaron la adolescencia de los años 2000, tal vez sea el hardcore uno de los más infravalorados dentro del mainstream underground colombiano.


Algunas veces confundido entre las guitarras distorsionadas del metal y el punk, y otras veces creando dudas con la integración de algunos beats heredados del hip hop —una mezcla que probablemente solo se podía gestar en las calles de Nueva York—, el hardcore se sembró en Medellín a finales de los 90 y principios de los 2000, tratando de salvar una ciudad destruida por el innombrable y ojalá siempre odiado Pablo, y llorando las muertes de la masacre generada por la Operación Orión. Es en esta época donde nace Grito, quienes celebraron sus más de dos décadas de música, como ellos mismos lo llaman, “encendiendo la llama” para calentar la fría noche bogotana.


Una piñata, una fiesta, un ritual


Como si fuera un tema de numerología, un 25 de mayo, la noche caía sobre “la nevera”. Estilos de todo tipo adornaban el Ace of Spades, un oasis cultural ubicado en medio de la polución y el utilitarismo del concreto, sobre la avenida Boyacá con calle 53. Ropa ancha, pantalones entubados, pantalones cortos, cabellos largos y crestas se amontonaban para dar inicio a la “piñata más chimba del mundo”, pues literalmente una piñata colgaba en medio del recinto. Y es que de esto se trataba: de una oda a la niñez y a la juventud que encontró un espacio de acogimiento en las letras fuertes y los gritos de Manzano, y en las guitarras rasgadas de David, los miembros más antiguos de la banda.



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Fortaleza, sangre y cerveza


Quienes querían empezar temprano la fiesta ingresaban desde las 7 de la noche para ver la presentación de Fortaleza. Curiosamente, y de modo anecdótico, su vocalista terminaría la noche con la cabeza rota durante la presentación de Grito por un mal crowd surfing; coloquialmente hablando, lo dejaron caer al lanzarse sobre el público.


Fuera del bar, quienes esperaban el plato fuerte lo hacían con una cerveza en la mano: un "toque" punk en una celebración que reunía amores de todos los sabores. Porque eso es Grito: una hermandad que trasciende cualquier cultura o gusto musical.


Ñeros orgullosos: los platos fuertes


La noche seguiría calentándose con las presentaciones de Ahora o Nunca, dejando al público listo para los platos fuertes: El Sagrado, luego Pitbull, y los homenajeados, Grito. En ese orden, el histórico John Jairo Velasco, con un discurso transgresivo y el escenario lleno, generó una arenga que encendió la agresividad del mosh pit:

“Alguna vez alguien me dijo que el hardcore es para ñeros, y si es así, me siento orgulloso de ser un ñero, hijueputa”.

Energía total del líder de la agrupación, quien alguna vez llenó el escenario plaza de Rock al Parque dos veces: una con Ataque en Contra y otra con El Sagrado.


Entre lágrimas y puños cerrados


Recordando a quienes ya no están, Pitbull dedicó su presentación a Julián Prieto, quien, en las notas de “En nuestro corazón” y entre un contraste de golpes de mosh y ojos llenos de lágrimas, recordó sus épocas de vida antes de la oscura noche que Bogotá no podrá olvidar jamás.



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Ese grito que calla todo


El lugar respiraba un ambiente inmejorable, una mezcla perfecta de sensaciones. Todo estaba listo para dar ese grito que tanto callan esos niños y adolescentes de los años 2000. Bien sea un grito a sus jefes, a su hipoteca, al gobierno pasado o al actual, a su vecino, a su padre machista, a su madre mojigata y conservadora, o a quien quisiera gritar. Ese grito lo representó Manzano Gallego y su banda al abrir cantando uno de sus himnos: “Reacción”. Y es que realmente hay que ser muy atrevido para abrir un concierto con una de las canciones más esperadas.

Simplemente, capos.



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Sin barreras, con unión


El éxtasis del público era único y, tal como lo decía Andrea, amiga de la banda y organizadora del evento, horas previas al concierto:

“Grito no quiere ninguna barrera ni ninguna zona de prensa, porque el hardcore se trata de unión”.

Y así fue. Los asistentes subían a la tarima, abrazaban el micrófono para corear las canciones de la banda de Medellín, para luego lanzarse nuevamente al público y perderse en medio de los saltos, los gritos y los empujones.


Hinchas de todos, hinchas del hardcore


Quien vaya a un concierto de hardcore y salga intacto o con todo completo es porque realmente no fue. Y no, no estamos hablando de inseguridad. Sin embargo, un momento curioso fue cuando a la tarima llegó una gorra de Millonarios, el equipo de fútbol. Tal vez para muchos sea un hecho intrascendente, pero en un país donde la violencia ha marcado tanto el deporte como la música, el simbolismo fue claro. Ver prendas de un equipo en un concierto de una banda de la ciudad de su acérrimo rival marca tajantemente un espacio donde ya muchos se cansaron de hacer de la violencia un hecho canónico.

“Acá somos hinchas de todos e hinchas del hardcore, hijueputas”, dijo Manzano, antes de abrir el espacio con “Padres victoriosos”, en homenaje a todas las víctimas de esta guerra insulsa.

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El final que no quiere acabar


La piñata que colgaba del techo por fin se rompió, y con ella cayeron todos esos recuerdos que nos hacían volver a ser niños. Los más afortunados pudieron llevarse algo a casa; otros, solo algunas marcas y moretones en su cuerpo. Pero también, todos se llevaron una presentación histórica en su memoria, con el cierre habitual que la banda da a sus conciertos: un escenario lleno de gente, con los micrófonos a tope y las voces de la multitud coreando “La cosecha”. Una cosecha que, luego de 25 años, Grito logró florecer, marcando la vida y la escena musical de un género que envejece, pero no desaparece.



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1 comentario


Mila
06 jun

Que fotos tan brutales 🔥🔥

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Revista 1991

Donde haya ruido, ahí les caemos.

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